Feliz día a todos los maestros y maestras y gracias por la inconmensurable labor que realizan con los niños.
A todos ellos, así como a los padres y madres, les dedico este fantástico artículo de José Antonio Marina, que transcribimos aquí íntegramente, porque tal y como dice el propio Marina, como docente que es: "Además de expertos en aprendizaje, somos la conciencia educativa de la
sociedad, y debemos ser los primeros que nos exijamos más a nosotros mismos,
para estar en condiciones de exigir a los demás".
La
hora de los docentes
MAÑANA ES el
Día Mundial del Docente, cuyo objetivo es llamar la atención de la sociedad
sobre una profesión que está rediseñándose. Hace unos meses, la portada de una
revista de difusión mundial titulaba: «El mejor profesor del mundo». Se refería
a Salman Kahn, fundador de la Kahn Academy, una academia gratuita a través de
internet, que tiene dos millones de alumnos. Universidades de todo el mundo
están ofreciendo cursos on line, o colgando sus clases para que
puedan ser utilizadas gratuitamente. Grandes empresas han descubierto que la
educación va a ser el nuevo negocio del billón de dólares (Forbes lo
llama el negocio del Cociente Intelectual). ¿Qué está pasando? Un fenómeno
desconocido hasta ahora. Decimos continuamente que hemos entrado en la «era del
conocimiento», pero eso es verdad a medias. Donde hemos entrado realmente es en
la «era del aprendizaje». En un mundo que cambia velozmente, que cada vez exige
más, pero que también ofrecerá más posibilidades para quien sepa aprovecharlas.
Ambas cosas hacen necesario el aprendizaje a lo largo de toda la vida. No sólo
en la escuela, sino en el trabajo, en la convivencia diaria, en la política, en
la vejez. Cuando el ritmo de las sociedades era más lento, la educación se
encargaba de transmitir los conocimientos de una generación a otra. Las
técnicas no cambiaban, los hijos heredaban los oficios de los padres. Ahora las
cosas son distintas, porque una misma generación va a tener que reeducarse
continuamente. No es de extrañar el éxito que tienen las palabras que empiezan
con «re»: reinventarse, renovarse, resetearse, reescribirse, regenerarse. La
moda de los coachers, de los entrenadores personales, no es más que una
consecuencia de esta nueva situación. Necesitamos despertar en nuestra nación
la pasión por el aprendizaje, para no quedarnos marginados.
Pues bien, en esta nueva era, los docentes que trabajamos en la
escuela vamos a tener un protagonismo especial, vamos a ser los motores del
progreso, también del progreso económico, porque somos los especialistas en
aprendizaje. Recuerdo la anécdota de un profesor de pedagogía americano que el
primer día de clase dijo a sus alumnos, futuros maestros: «He dedicado este
verano a enseñar a hablar a mi perro. Está ahí fuera. Si quieren puede hacerles
una demostración». Los alumnos por supuesto asintieron. El perro entró, se
tumbó y el tiempo pasó sin que dijera palabra alguna. Al fin un alumno
protestó: «Profesor, su perro no habla». El profesor contesto: «Yo les dije que
había enseñado a hablar a mi perro. No que mi perro hubiese aprendido. No
olviden eso en el futuro. Nuestra profesión no es enseñar, sino conseguir que
aprendan».
Al decir que los docentes, los maestros, los profes,
vamos a ser el motor del progreso económico, no estoy diciendo una de esas
frases retóricas que todo el mundo aplaude, pero nadie cree. Sobre todo en
España, donde, a pesar de los titulares, la educación preocupa muy poco, como
demuestran una y otra vez las encuestas del CIS, sobre las preocupaciones de
los españoles. Raj Chetty, del Departamento de Economía de la Universidad de
Harvard, ha mostrado que la calidad del profesor determina el sueldo futuro de
sus alumnos. Hanushek, Rockoff, Metzler y otros autores han corroborado los
datos. Por su parte, James Heckman, premio Nobel de Economía, ha demostrado que
la inversión en la enseñanza infantil y primaria es la que produce unos
retornos económicos más elevados a la sociedad. La calidad de la escuela es
fundamental para el progreso personal y social, y todos los estudios nos dicen
que la calidad del profesorado es lo que determina la calidad de un sistema
educativo. El informe McKinsey de 2007 sobre los países que han conseguido
sistemas educativos de alto rendimiento señala que «de forma constante atraen a
la carrera docente a la gente más capacitada». Esto se logra por medio de un
ingreso altamente selectivo en la carrera docente, procesos efectivos de
formación de los aspirantes, y buenos salarios iniciales (aunque no
extraordinarios).
En un estudio sobre la escuela finlandesa publicado por la
Universidad de Columbia, se afirma que han sido los maestros los que han
convertido la escuela en el foco del interés mundial que es hoy. Algunas de sus
características resultan sorprendentes: el sistema finlandés no tiene
inspecciones, ni somete a los alumnos a pruebas externas, los profesores tienen
autonomía para elaborar sus currículos. Consideran fundamental que el trabajo
en la escuela se base en la dignidad profesional y en el respeto social. El
estatus del profesor es un factor decisivo. Por ejemplo, en Singapur y Corea
del Sur las encuestas de opinión revelan que el público en general considera
que los docentes realizan un aporte a la sociedad mayor que cualquier otra
profesión. Y en Japón se piensa que los maestros infantiles merecen una
consideración y un respeto extraordinarios. Hace unos meses, en un encuentro en
la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Andreas Schleicher, director del
PISA, decía que en España el profesor tiene muy poca autonomía. En esos países,
los docentes son los encargados de mejorar el sistema, mejorando cada una de
las escuelas. Para eso, los países preocupados por la educación distinguen
entre los buenos y los malos profesores.
En China, por ejemplo, hay cuatro niveles de profesorado, y los
que quieren progresar tienen que demostrar que son capaces de mejorar su clase
y su centro. En Canadá, se dedica mucho esfuerzo para que los profesores
trabajen juntos, y destinan muchas horas para reciclarse y conocer lo que hacen
otros docentes. En España, nunca se ha cuidado la formación del profesorado, ni
se ha creado una carrera docente. Si no se premia a los buenos, acaba premiándose
a los malos. La Universidad –obnubilada por la investigación– tampoco valora la
docencia. Acabo de participar en un trabajo hecho por el Instituto Nacional de
Evaluación Educativa sobre la formación en matemáticas de los alumnos de
Magisterio en 17 países. El nivel de nuestros maestros es muy bajo. Pero hay un
dato que a los investigadores extranjeros les ha debido escandalizar. El Prácticum,
es decir, las prácticas en el aula, ocupa el 20% de los programas de
Magisterio. Se cumple, pero ningún alumno suspende, luego se trata de un mero
trámite. Eso no es culpa de los alumnos. Es culpa de sus profesores.
ESCRIBO ESTE artículo
como catedrático de Educación Secundaria, y como tal voy a decir una cosa
escandalosa. En España no hemos olvidado aún que los «docentes» pertenecían al
servicio doméstico. Pues es hora de cambiar de óptica. Necesitamos que los
maestros, los profesores, sean un cuerpo de élite. Por eso, me gustaría una
revolución educativa desde el profesorado. Además de expertos en aprendizaje,
somos la conciencia educativa de la sociedad, y debemos ser los primeros que
nos exijamos más a nosotros mismos, para estar en condiciones de exigir a los
demás. Sé que hay decenas de miles de extraordinarios docentes en nuestro país,
que muchas veces se encuentran solos, maltratados o incomprendidos. Conozco a
muchos de ellos. Pero me gustaría conocer a más docentes entusiastas.
En Estados Unidos se publican muchos libros sobre grandes
profesores o sobre escuelas que han tenido éxito. El Premio al Mejor Maestro de
EEUU tiene una relevancia excepcional. Cuando era ministra de Educación
Esperanza Aguirre, le pedí que hubiera en España algo parecido. Sigue sin
haberlo. Hemos de llevar a la escuela a los mejores y aplaudirles. Antonio
Machado tuvo a Francisco Giner de los Ríos de maestro en el parvulario.
Mientras los partidos políticos se entretienen en sus leyes educativas, estoy seguro
de que docentes con talento pueden cambiar la educación. Y si la sociedad es lo
suficientemente inteligente confiará en ellos y les apoyará. Contad conmigo. Es
nuestra hora.
Mi dirección: blog.joseantoniomarina.net.
José Antonio Marina es filósofo.